SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Al orden del capital no se le derrota, se le sustituye.-

 

Este proceso silencioso que ésta ocurriendo en nuestra presencia, no se parece en nada a la lucha en las barricadas urbanas o la guerrilla en la selva en que se suponía que consistiría el enfrentamiento entre el capitalista y el obrero en nuestros tiempos.

Este enfrentamiento ya se ha dado históricamente. Casi siempre con la derrota de los obreros y sus representantes, pero, a veces con la derrota completa de los capitalistas y sus representantes y allegados. En el primer caso, los obreros han vuelto a su trabajo, y solo ha servido para que los capitalistas lo recuerden cada vez que les interesa reafirmar sus posturas.

Pero lo que es del mayor interés, es recordar que, venciendo al capital en las barricadas urbanas y en el campo de batalla abierto; encarcelando y matando a sus miembros; arrebatándoles sus campos y fábricas; cerrando sus Iglesias; echándolos de sus palacios; etc, etc, etc, salieron por la puerta y entraron por la ventana. En Rusia, en 1.917. Hubo setenta años para destruirlos, para machacarlos, para hacerlos desaparecer del mapa.

Al Capital no se le derrota, no se le destruye, no se le destierra, no se le vence. El capital no es una cosa. Es una relación. Una relación de trabajo. El principal elemento de esa relación es el trabajador. Y el aspecto más importante de la relación del trabajador, es el que lo liga con los medios que utiliza en su trabajo. Solo en el caso de que esos medios de trabajo pertenezcan a alguien distinto de los trabajadores, aparece esa relación que llamamos capital.

Adquirir esos medios y hacerse cargo de su manejo; reproducir esos procesos y aprender a reproducirlos, hoy día, en Europa (en el primer mundo), es el medio más eficaz de hacer innecesario el papel del capitalista en la producción; y esa sí que podemos decir que es su “derrota”. Su derrota, lenta, pacífica, estudiada, científica.

Los trabajadores lo expulsan de la producción porque han aprendido. Ya no lo necesitan. Pregunten en una cooperativa de Mondragón, de Córdoba, de Valencia, si echan de menos al capitalista para fabricar, cultivar, comercializar, exportar, investigar, reciclarse técnicamente los trabajadores, financiarse. No lo necesitan para nada: son unos comunistas. Y éstos, cuando lo han sacado no ha sido por la puerta (si el capitalista sale por la puerta, puede entrar por la ventana –lo hemos visto-), se lo han sacado, al capitalista, de la cabeza. Han entendido, en la teoría, y en la práctica, que la producción necesita trabajadores y medios de trabajo, nada más. Los trabajadores saben y pueden hacerse con los medios de trabajo. Son ellos quienes los fabrican. El capitalista es un intermediario, innecesario.

Las guerras, las guerrillas, levantamientos, insurrecciones, no han ayudado a los obreros, ni a los campesinos, a crecer en la capacidad de sustituir al capital en la dirección de la producción. Ese aumento, ese crecimiento en la capacidad colectiva de gestionar la producción, es el objetivo esencial del comunismo. Y las guerras, las guerrillas, los levantamientos, las insurrecciones, pueden producir un efecto de deslumbramiento (que, en realidad, es una forma de ceguera) momentáneo, pero, en esos asuntos, en ese tipo de frentes, el capital, a la larga, siempre gana. Para esas batallas, siempre está preparado. Sabe que ese es “su” terreno. Los trabajadores, aunque parezca que ganan, aunque ganen en ése, que no es, su terreno, en el que les es propio, en la producción, a la larga habrán perdido. Perdieron en la revolución mejicana, en la rusa; están perdiendo en la China (si va ganando el capital, es que ellos van perdiendo); en la cubana, los han atrapado en medio de una trifulca que no los acerca al control de la ordenación de su propio trabajo.

La guerra, la guerrilla... no están en el camino del comunismo. Es algo ajeno al objetivo en sí. Los trabajadores podrán encontrarse embarcados en una de ellas (el partido que gobernaba Serbia, cuando las matanzas en Bosnia, era el comunista; y en el País Vasco quien dirige las acciones contra las instituciones del Estado es una institución marxista-Leninista), pero pueden estar seguros que la victoria o la derrota del bando en que estén, ni les acercará, ni les alejará del control, por su parte, de los procesos de trabajo en que participan. Esos de la guerra y de la guerrilla, no buscan ningún objetivo que tenga que ver con la forma de organizar el trabajo por parte de los propios trabajadores. Están en otros asuntos. No debían llamarse comunistas, porque desorientan a los trabajadores que confían en ellos.

 

Si en las guerras y las guerrillas, a lo largo y lo ancho del mundo, no es el sitio para buscar el lugar donde el comunismo se va abriendo paso, tampoco lo vamos a encontrar en las grandes reuniones de las instituciones del capital, en donde, con distintos nombres (Foro de Davos, G-8, etc.) comparten experiencias y acuerdan campañas y proyectos.

Tampoco en las grandes instituciones, donde capital y trabajo se reúnen periódicamente, como es la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.), cabe pensar que tenga puesto en las discusiones el tema del comunismo.

En esta importante institución, en que participan, representaciones de los trabajadores, de los empresarios  y de los gobierno de todos los países del mundo, se sigue el mismo método, el mismo camino, que en todas las instituciones de nuestro país, y, prácticamente de todo el mundo.

Se trata de ajustar las piezas de que se compone la producción capitalista, así como las que componen el aparato, los aparatos, que permiten su funcionamiento sostenido. Organizaciones patronales y sindicales, son aquí los protagonistas, y lo que buscan, como hemos dicho, es acomodo mutuo.

Es natural, que estos sitios de concordia, de entendimiento, de discusión, de propuestas, de acuerdos y desacuerdos, pero, en definitiva, de sostén mutuo, no se correspondan con los lugares donde pueda crecer y fortalecerse, una forma de trabajar que hace innecesaria la existencia del capital, de los obreros, y de las propias instituciones en que tienen lugar sus reuniones y contactos.

El hecho de que estos ajustes pasen a veces por acciones de huelga, de cierre patronal, de cortes de carreteras, de enfrentamientos violentos, puede llevar al error de que se trata de una “lucha”, y hasta de una lucha por la destrucción del capitalismo y la construcción del comunismo; cuando en realidad solo hay un intento de mejora en el ajuste de las diversas piezas de la producción y reproducción. Repetimos muchas veces lo de reproducción, porque un sindicato, por ejemplo, no produce nada, pero es una pieza importante para conseguir que los trabajadores sigan produciendo (aunque hagan una huelga) un día tras otro (y eso es la reproducción).

No estando el “hogar” del comunismo, hoy, ni junto a los sindicatos, ni junto a los partidos socialistas o comunistas (porque, según dice, se habrían aburguesado), los jóvenes trabajadores altermundistas (porque creen que otro mundo es posible), no tienen otro remedio que buscarse un Che Guevara a su medida; reunirse periódicamente para, al menos, dar noticia de su existencia; llamar sinvergüenzas a los grandes representantes del capitalismo mundial cuando se reúnen; buscar el calor de otros jóvenes ofendidos por el maltrato al medio ambiente, a la mujer, a los pueblos mas empobrecidos; enrolarse en O.N.Ges que batallan en estos campos que acabamos de citar.

Buscando, en algunos casos, un perfil épico (heroico), que se ha querido ver en la batalla quijotesca contra el gigante de los mil brazos, lo cierto es que no ha quedado un rastro, una huella, que pueda indicar por donde sigue el camino comunista, que se interrumpió cuando desapareció la Unión Soviética.

Como un ensayo comunista comenzó, y como un ensayo comunista se desechó. Pero era la única señal real que dejó el comunismo europeo. El único aterrizaje de las teorías comunistas observado directamente por el movimiento obrero europeo.

Perdido ese rastro, el comunismo institucional, las instituciones comunistas, han perdido toda razón de ser. Hemos de recordar que las instituciones tienen su razón de ser en la reproducción de una forma concreta de trabajar, de producir. O bien, con el mismo nombre que tenían (Partido Comunista de España o Comisiones Obreras, o los distintos nombres que tomaron otras ramas desgajadas de estos) pasaron a desempeñar funciones de reproducción del trabajo capitalista o por cuenta ajena. Es decir, cambiaron su ser; de manera que, a pesar de un nombre, se trata de instituciones propias de la reproducción capitalista.

Es lógico, por tanto, que un joven trabajador, con una visión comunista de la producción, no reconozca a estas instituciones como comunistas, y al mismo tiempo busque, desconcertado, donde están las nuevas instituciones comunistas.

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